Vila-Matas

Ayer asistí a una tertulia literaria organizada por el Club de lectura del Museo Picasso en la que el escritor Enrique Vila-Matas hablaría sobre su libro París no se acaba nunca, en el que narra su periplo vital por la capital francesa. Confieso que no me he leído el libro, así que muchas anécdotas me las perdí, pero pronto la charla derivó hacia otras de sus obras, aunque el público tuvo el tacto necesario para no preguntarle de Al sur de los párpados.
La tertulia duró algo más de una hora, en la que Vila-Matas explicó que en París malvivía en una buhardilla alquilada a Marguerite Duras, que por aquél entonces él veía como una señora rancia que hablaba un francés superior. También nos contó que frecuentaba los cafés donde se reunían los escritores y los refugiados políticos de España y Latinoamérica, como Pío Baroja o Rubén Darío, aunque él nunca se sintió realmente un refugiado, puesto que se fue de España por el aburrimiento que le producía la dictadura del general Franco, pero no por obligación o por sus ideas políticas. Creo que nunca he leído nada de Vila-Matas sobre política; le debe aburrir sobremanera. 
Hay que advertir que Vila-Matas se inventa la mitad de las citas y las anéctodas, así que probablemente sea cierto la mitad de lo que contó. Pero como lo cuenta todo con esa gracia suya, tan particular, tan irónica sin pretenderlo, aunque no te lo creas te lo crees. Por lo menos, te crees que él lo ha vivido, en su mundo literario, en su imaginario voluble. Como esa fiesta en casa de Paloma Picasso, en la que Vila-Matas invitó a sus amigos españoles y luego empezó a preocuparse porque éstos querían llevárselo todo. Como ese viaje en metro, después de pedirle dinero a su novia de entonces para poder pagar el alquiler, para dirigirse a la fiesta de la mencionada Paloma Picasso, en lo que fue un trayecto perfecto de la miseria al glamour.
Me sorprendió al descubrir que había trabajado para Fotogramas, y que las entrevistas que hacía se las inventaba. Esto es, cuando le decían que tenía que entrevistar a un fulano, primero se documentaba sobre el tal fulano, luego escribía las preguntas y después, en base a lo que había leído, respondía lo que él pensaba que diría el otro. Así acudía a la entrevista y empezaba a preguntarle cosas al entrevistado, pero de brazos cruzados, sin tomar apuntes; hasta que el fulano, perplejo por la actitud de su entrevistador, le preguntaba que porqué no escribía o anotaba algo de lo que decía. Entonces Vila-Matas sacaba su entrevista terminada y se la daba a leer al entrevistado, que normalmente estaba de acuerdo con lo escrito, y después proseguía la entrevista normalmente.
También nos explicó su primer encargo remunerado para la revista, que fue la crítica a la película de Lolita dirigida por Kubrick en base al texto de Nabokov. Por aquel entonces Vila-Matas no había leído mucho, ni de lejos conocía a Nabokov, así que se documentó lo mejor que pudo y escribió un texto perfecto, aún sin conocer en absoluto de lo que estaba hablando. Pero de esto Vila-Matas también nos dio una lección, y es que hay que empezar a escribir y no esperar a saber de todo para escribir con corrección. Que hay que escribir, en definitiva, sin pretender ser los buenos chicos de la literatura, tan perfectos y eruditos que de nada se nos pueda poner tacha. Que esto lo diga Vila-Matas, que atiborra sus textos de citas -la mitad inventadas- nos habla bastante del personaje. Aquí dejo un texto donde habla ya de Lolita con más conocimiento de causa; no es el único, pero el de Fotogramas no lo he encontrado.
De Barcelona no tiene muy buenas palabras, a pesar de que vive aquí. Aborrece la arquitectura de Gaudí y lo que ha representado para esta ciudad. Gaudí ha sido el principal enemigo de Barcelona, que se ha convertido en destino de hordas de turistas ávidos de ver las casas-juguetes gaudinianas; tanto es así que fue el abuelo de Vila-Matas el que conducía el tranvía que acabó con la vida del arquitecto. De la misma forma, un camarero argentino fue el que acabó con la vida del general Franco, harto de escuchar a los refugiados españoles hablando del dictador en sus tertulias de café. Citas de Vila-Matas. Por cierto, también nos dijo que en Francia había publicado un libro más que en España; tal vez de ahí podamos deducir que París sea la ciudad favorita de éste barcelonés.
Nos comentó el inventor escritor que cuida tanto la trama como la forma de sus novelas, tras la pregunta que yo mismo le habría formulado, puesto que de Vila-Matas me interesa más como lo cuenta todo que lo que cuenta en sí. Pero él no está de acuerdo; nos explicó que él primero tiene una idea para una historia, luego hace un esbozo de trama y finalmente lo va adornando con su forma. Así en estas pocas palabras nos explicó su forma de pensar y escribir una novela; la forma de escribir que tiene el que para mí es el mejor escritor actual en lengua española. Detrás, claro está, de los catetos ilustrados de Cela, Umbral y Pérez-Reverte –y yo añadiría ahí también a Millás–; en lo que Vila-Matas denomina la línea literaria del mal
En conclusión, una amena charla literaria con el más favorito de mis autores preferidos, en la que asistí rodeado de un ejército de gafapastas de tomo y lomo. Algunos de ellos tomaban apuntes –yo también debería haberlo hecho, porque no me acuerdo ni de la mitad de lo que habló Vila-Matas–; otros reían todas sus anécdotas –incluso cuando no era necesario reír, puesto que el autor a veces no pretendía hacer gracia, pero es que no reían con lo que explicaba el autor, sino que reían porque ellos entendían más que otros y tenían que demostrarlo así–; y todo ello amenizado por un pedante presentador que tenía por virtud hacer preguntas más largas que las respuestas dadas por Vila-Matas –en dos ocasiones, tras la parrafada del presentador el autor le contestaba con un «Bien visto, sí… no lo había pensado». Como curiosidad, el presentador no le preguntó por su última novela, cuando Vila-Matas dijo que acababa de escribir una novela y estaba esperando la buena nueva de su editor, lo cual demuestra que tenía las preguntas ya escritas y una nula capacidad de improvisación. Pero eso es otra historia. Me quedo con todas y cada una de las palabras dichas por el tímido Vila-Matas, un escritor genial, único e irrepetible, y que aún no está recibiendo el reconocimiento que merece, en mi opinión, porque no escribe de espadachines, de viajes a alcarrias próximas o de códigos secretos lejanos. 
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