Mi medida de las cosas

imagen parcial del hombre de Vitruvio

Decía Nietzsche que la verdad, al igual que la moralidad, es una cuestión relativa: no hay hechos, solo interpretaciones. Claro está, que luego dijo bastantes cosas más, como lo del superhombre y la voluntad de poder que tanto gustaron al ideario nazi. Pero eso es otro tema, lo que quiero exponer es que la verdad y la realidad son relativas, y por tanto interpretables. Los hechos son reales, pero como son interpretables no son verdaderos. Difícil cuestión, casi sería mejor no pensar en ello y no quemarse el cerebro con estas cosas, que al final solo son palabras y definiciones que utilizamos para etiquetar todo aquello que nos rodea.

Según el relativismo, existen tantas verdades como seres cognoscentes crean estar en la verdad. Hay tres tipos de relativismo: el específico, que depende de cada especie; el grupal, que depende de la civilización, clase social, sexo o edad; y el individual, que depende de cada individuo. Protágoras, un antiguo sofista griego contemporáneo de Sócrates, era el gran relativista. Suya es la famosa frase: «El hombre es la medida de todas las cosas», sentencia que aún hoy plantea varias interpretaciones, aunque yo me quedaré con la que dice que cada hombre establece una medida distinta para todo lo que le rodea, por lo que no hay medidas iguales, sino individuales. Lo que yo pienso que es verdad puede ser interpretado como falso por cualquier otro. Mi noción de lo correcto, lo justo y lo noble puede ser vista como algo abominable por otra persona con otra educación, creencia o sistema de valores. Por tanto, ¿qué es verdad?

Todo esto viene al caso a raíz de los recientes acontecimientos en Madrid, Lisboa y otras capitales europeas: las protestas ciudadanas ante los recortes. Para mí hay una realidad indiscutible: existen recortes en educación y sanidad difícilmente justificables. Para otros habrá una realidad distinta: el despilfarro de los años anteriores ha elevado la deuda pública a niveles tan desproporcionados que es obligado recortar en educación y sanidad. ¿Cuál es la verdad? Un espectador objetivo tal vez diría que las dos realidades son verdaderas, y que tanta razón tienen unos como otros. Pero la interpretación del espectador objetivo es más verdadera que la mía o la de mi contrario? ¿no hemos quedado en que no hay hechos, sino interpretaciones, y por tanto toda verdad es relativa?

¿En qué punto de la teoría relativista tenemos que parar y tomar partido? Tal vez debamos abrazar otras teorías y alejarnos del relativismo de Protágoras, que tanto nos ha servido, para irnos a la ética de Epicuro, por poner un ejemplo. Según la ética epicureísta toda persona debe buscar la felicidad, alejándose del miedo y persiguiendo el placer. ¿Qué podría hacernos más felices, disponer de mejor educación y sanidad o bien quitarnos de encima nuestras deudas? Algunos dirán lo primero sin dudar, pero si lo pensamos bien lo segundo también nos puede dar felicidad, doble además, puesto que una vez pagada la deuda, se puede invertir de nuevo en sanidad y educación, mientras que si atendemos solo a lo primero la deuda no parará de crecer, con lo que nuestra felicidad será falsa: tendremos el miedo a las represalias por no poder pagar.

Sucede que varios expertos han dicho ya que la deuda, por ser tan enorme, es impagable. Que aunque vayamos con toda la buena fe del mundo a hacer frente a nuestros acreedores internacionales, no hay dinero suficiente para pagarla, y aún más, que no para de crecer por culpa de los intereses. Esto abre un nuevo paradigma, puesto que hay una razón de peso para inclinarse del bando de los que no quieren pagar, puesto que aunque quisieran, no pueden. ¿Pero adónde nos conduce esto? Pues esa pregunta no es fácil contestarla hoy en día. En otras épocas, los países a los que les debemos dinero nos hubieran invadido, estaríamos asimilados, ya que tampoco habría cómo pagar al ejército. En épocas más recientes, los países pobres que pedían créditos para acelerar su desarrollo y que luego no podían devolver se convertían en la práctica en países títeres: las llamadas repúblicas bananeras. Queda por ver qué les puede suceder a países teóricamente ricos como el nuestro. Tenemos el ejemplo de Islandia, pero como es un país tan pequeño, no parece que podamos importar su política sobre la deuda a éste país de 47 millones de habitantes.

Lo que va a pasar en Europa en los próximos meses será un acontecimiento histórico, puesto que lo que hagamos los ciudadanos y los gobiernos sentará cátedra para el futuro. Lo que Europa haga con países que no puedan pagar sus deudas, como previsiblemente suceda con España, Grecia y Portugal, determinará lo que suceda con los demás países con deuda elevada. Si Europa da manga ancha y perdona la deuda se interpretará como signo de debilidad; si exprime aún más a éstos países se interpretará como signo de autoridad, y todo el mundo puede ver que la autoridad la ejerce Alemania.

Conviene por tanto estar muy atentos a lo que pase. El clima de revuelta social está todavía muy tibio y festivo para que ocurra una desgracia, a pesar de lo que parezca por las imágenes y los vídeos de los días pasados; pero el creciente autoritarismo de gobiernos y entidades supranacionales como el BCE y el FMI, que no han sido elegidas democráticamente por nadie, no auguran nada halagüeño. Pero como dijo Protágoras, esta es mi medida de todas las cosas, así que mis interpretaciones son solo eso, percepciones sesgadas de una realidad distinta de la que viven los demás.

3 respuestas a «Mi medida de las cosas»

  1. Tu entrada para explicar lo relativo de toda opinión contundente sobre los hechos y la realidad no es del todo exacta en términos lógicos que son los que pueden aclarar el asunto. Por ejemplo, imagina que el PP dice que la Tierra es plana y el PSOE que es redonda, la 'información' (fíjate en mis escépticas comillas) que puede dar un supuesto ecuánime es que hay un debate sobre la forma del planeta. Y no, no lo hay. Hay hechos que son contundentes, pero a la política le gusta jugar con las palabras, a mí también, pero no para engañar a nadie. Por ejemplo, no es lo mismo la lucha contra la pobreza que la lucha contra los pobres (que es la que sufrimos ahora).

    Un abrazo


  2. Bueno, varios comentarios:

    1. A lo largo de la historia, ha sido más frecuente que el que adeuda sea el que invada o en general use la fuerza. Por ejemplo, los templarios fueron ejecutados para sanear la deuda del rey de francia y los judios fueron expulsados de España entre otras cosas para sanear las deudas de los nobles del país. En tiempos más modernos, la Alemania de Hitler tras calentar la economía y crear puestos de trabajo mediante la inversión militar sólo tenía la opción de usar esa maquinaria bélica invadiendo algún otro país, ya que si no la deuda hubiese sido insostenible. En el futuro, sólo veo una salida posible a la deuda americana, invadir a China que al que le debe el dinero.

    2. En cuanto al relativismo. Yo personalmente soy un relativista extremo en cuanto a la 'verdad' social. No creo que haya cosas aceptables o inaceptable, buenas o malas, morales o inmorales, a nivel social; pero eso no implica que no haya verdades o falsedades físicas. No hay que mezclar. Es muy diferente opinar sobre si hacer una transfusión de sangre es un avance médico o un pecado mortal, a sobre si la gente puede o no llegar a fin de mes.

    3. Tampoco creo en la via epicúrea, porque simplemente suele ser contradictorio lo que nos proporciona felicidad a corto plazo (meterse una pastilla que modifica artificialmente nuestro estado de ánimo) o a largo plazo (cuidar tu salud) y más importante aún es contradictoria entre el bien del individuo (salvar la vida) y el común (saltar sobre una granada a punto de explotar para salvar la vida de los demás). El razonamiento basado en la felicidad no suele llevar a ninguna conclusión. Hay que usar la razón y la democracia. Como individuo hay que decidir racionalmente qué es lo que deseamos y como sociedad hay que decidirlo a mano alzada, de la manera más participativa posible. Una vez decidido lo que deseamos -como individuo o como sociedad- hay que aplicar la razón pura sin contaminar para buscar el cómo hay más probabilidades de lograrlo.


  3. Nietzsche también dijo que era una mala idea educar como amos cuando lo que se quiere es tener esclavos. Ese es uno de los problemas a los que se enfrenta el gobierno y parte de la casta política actual.


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