Esperanzas y Carrillos

En las últimas horas han sucedido tres acontecimientos de gran calado: por un lado, Esperanza Aguirre abandona la política para dedicarse al turismo; por el otro, muere Santiago Carrillo, histórico dirigente del Partido Comunista de España. Luego está el Rey, que ha escrito una carta hablando de quimeras de la que ya hablaré en otro momento; ¡vaya tela! En fin, de Carrillo sé poco porque apenas le he visto in action y representa otra época en la que yo era solo un proyecto; todo lo que sé de él es prácticamente de oídas: luchó contra el franquismo; no se sentó cuando Tejero dio el golpe de estado y estuvo involucrado en la matanza de Paracuellos. Los que le odian, lo recordarán por esto último; los demás, olvidarán sus faltas, de forma inversamente proporcional a como recuerdan las faltas de Manuel Fraga, y viceversa. Lo típico, que ya dijo Josep Pla: lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas.

Sonoro aplauso en recuerdo de Carrillo. Nos hemos levantado los casi 350 diputados… las excepciones del PP: varios no se dignaban.
— Alberto Garzón (@agarzon) septiembre 18, 2012

Al otro lado, la grande de España, la inigualable, genio y figura: Esperanza Aguirre. Animal político. Poco puedo añadir que no se haya dicho ya en los medios tradicionales: periódicos, televisiones, radios y blogs a tutiplén la ensalzan o denigran a partes iguales. Ya se sabe, una de las dos españas ha de helarte el corazón, que dijo Machado. Una cosa está clara: aquí no se respeta ni a los muertos ni a los enfermos. Puedo decir que mi pensamiento está en las antípodas del de Esperanza Aguirre, pero no por ello voy a desear su muerte, prefiero que viva tranquila, alejada lo más posible de la política, que tanta paz tenga como deja.

El Estado que ahora vemos que es inviable en los términos en que lo hemos conocido en las últimas décadas. Lo contrario es demagogia.
— Esperanza Aguirre (@EsperanzAguirre) septiembre 13, 2012

Sepamos y demos la batalla dialéctica en contra de esta pretendida superioridad moral de la izquierda, que es una falacia.
— Esperanza Aguirre (@EsperanzAguirre) marzo 13, 2012

Alrededor de éstos personajes, tan polarizados, arrecian las críticas, la ferocidad de los contrarios, y un fuerte rún rún que repiquetea constante: «sobran políticos», «son todos iguales», «no sirven para nada», «solo están ahí por el dinero», «no creen en nada de lo que dicen» y un larguísimo etcétera que, en parte, es comprensible. Pero odiar a los políticos hasta el punto de desear su desaparición no puede conducir a nada bueno. No hay mucha simpatía entre el pueblo de la casta política, de éste manojo de privilegiados que rigen y ordenan los destinos de tanta gente, sin que les tiemble el pulso. Los políticos. Pero entonces, si no nos gustan éstos, ¿ponemos otros? ¿a quiénes? ¿eliminamos a todos o a unos cuantos? ¿quién decidiría? ¿se conoce algún pueblo sin dirigentes? ¿conduce a algo bueno la falta de dirección?

En @larazon_ nada sobre Santiago Carrillo. Puede alguien q se llama periodista dar la espalda a la verdad?twitter.com/pacomarhuenda/…
— Ana Valverde (@Valverdana) septiembre 18, 2012

En mi opinión la política, y por extensión los políticos, es necesaria. Puede que sea un mal necesario, no lo dudo. Pero por eso me ha gustado especialmente el artículo publicado ayer en El País del sociólogo Ignacio Sánchez-Cuenca: «La gran confusión». Lejos de la inquina y la provocación, el artículo tiene esa pátina gris que hará que no consiga mucha difusión, además de que arremete contra el 15M, y eso no es para nada cool. Su titular destacado nos incluye a todos: «Es hipocresía pensar que los políticos son muy distintos de la sociedad de la que proceden». Buena frase. Si te ha despertado el interés, te invito a leer dicho artículo y a reflexionar sobre lo que dice, que en mi opinión es muy acertado.

Ignacio Sánchez-Cuenca: «la denuncia sin matices de la clase política lleva al populismo»cc @erovira @argeliaqueralt bit.ly/UgBtRI
— Marc López (@mlopezplana) septiembre 18, 2012

‘La gran confusión’ Una sensata respuesta de Ignacio Sánchez Cuenca a Cesar Molinas cort.as/2UGL
— joan subirats (@subirats9) septiembre 18, 2012

En conclusión, nos quejamos de Esperanzas y Carrillos, pero si miramos alrededor, están por todas partes, y somos cada uno de nosotros su reflejo.

5 respuestas a «Esperanzas y Carrillos»

  1. Los dos tienen cosas en común, aparte de la de ser puros animales políticos situados en extremos ideológicos(y yo creo que también éticos) opuestos, en concreto ambos sabían administrar los tiempos, como los buenos futbolistas, jamás les pillaba con el pie cambiado, no sé si se entiende mi metáfora deportiva.

    Un saludo


  2. No del todo de acuerdo con el artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca. La clase política no es la única culpable y una regeneración del sistema no traería la salida inmediata a la crisis, ya que nadie está a salvo de los tentáculos de la especulación financiera, pero una reforma de la ley electoral es absolutamente indispensable, al menos por dignidad. Estar a favor del 15-M será todo lo "cool" que se quiera, pero yo no veo otro bando en el que estar. Sobre todo cuando estás perdiendo.


  3. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros.

    Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.

    Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.


  4. Creo que una reforma es muy necesaria, pero para que ello sea posible tienen que cambiar muchas cosas, y la más importante es que la gente vote en vez de fichar, como diría El Roto. Romper la hegemonía de los partidos mayoritarios es un primer paso, pero no su disolución, es decir, que su hueco lo ocupen otros, no el vacío (como proponen algunos). Entonces no seríamos mejores, pero sí más plurales, con lo que se podría llegar a acuerdos que no gusten a nadie pero sean beneficiosos para la mayoría. Lo que hay ahora es una red clientelar y corrupta, que no deja de ser un reflejo al por mayor de nuestra red social: amigos que enchufan a amigos, falsos autónomos, facturas con iva o sin iva, etc…


  5. Entiéndeme: no es viable una democracia sin partidos políticos,eso es obvio, pero los partidos no tienen democracia, son estructuras sin ella. Bonita paradoja y a la par círculo muy vicioso quue hay que romper


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