Pues bien, digno detalle el del gallego, que a decir verdad no tenía porqué dar explicaciones a nadie, habida cuenta del gran respaldo en el congreso que tiene, otorgado por una mayoría absoluta lograda en las pasadas elecciones, por parte de unos votantes que fueron engañados y utilizados con consignas como que iban a subir el empleo, bajar los impuestos y ayudar a las pymes y emprendedores, todo ello falso una vez el equipo del PP se ha hecho cargo del estado.
A nadie se le escapa que Zapatero tampoco fue un lince gobernando, y que no fue hábil a la hora de prever la crisis, llamándola «desaceleración leve de la economía», o lo que hoy Rajoy llama «crecimiento negativo», por lo que yo propondría un nuevo ministerio, el de Eufemismos y Demagogia, en el cual podrían tener cabida políticos de muy distinto pelaje. A lo que íbamos, Zapatero fue un fracaso mayúsculo y un incapaz, una medianía dentro y fuera de su partido, un personaje que trepó para llegar a lo más alto, que no destacaba por nada, que no estaba preparado para gobernar y que solo se movía por intereses electorales. Vamos, como si habláramos de Rajoy.
La entrevista de esta noche ha supuesto el principio del fin de la carrera política de Rajoy. La primera pregunta de la periodista, una María Casado algo más dócil que la Pastor, ha sido muy sencilla y muy previsible: «¿España necesita un rescate?», y la respuesta de Rajoy, algo más compleja: «ehhh, vamos a ver, ehhh, yo no sé si usted ha pedido un crédito alguna vez». Pongo aquí el vídeo para mostrar la magnitud de la tragedia…
Lo que quería decir el presidente, es que sí, que el rescate es necesario pero que no quieren que sea duro. De ahí lo de la familia que pide el crédito y que se va a mirar qué banco le ofrece el trato mejor… pero que pide el crédito es innegable, puesto que si no no puede pagar la casa. Por tanto, podía haber sido más honesto explicando que sí, que ya no nos viene de ahí, que ya nos ha subido el IVA, que ya nos ha rebajado el sueldo, que ya nos han despedido por 20 días, que ya nos ha dejado sin miles de profesores, médicos y bomberos, que ya nos ha quitado la ley de la Dependencia, que ya hemos visto su cara boba en las reuniones del G20, donde al no saber inglés se limita a sonreír sin enterarse de nada.
El mantra de Rajoy, «no se puede gastar lo que no se tiene» repetido hasta la saciedad casi como único argumento (el otro es que hay que reducir el déficit) es simplista a más no poder, porque aunque pueda ser un argumento lógico para la economía familiar o para decírselo a un niño que recibe su primera paga, no implica que vaya a ser bueno para un país de la magnitud de España, donde las empresas y particulares están hambrientas de crédito, porque si no lo tienen no pueden desarrollar su actividad, y eso se traduce en cierres de empresas y despidos de trabajadores. Mariano, que yo no soy político, pero que si leyeras algo más que el Marca y te pusieras a aprender inglés o que alguien te traduzca lo que dicen de ti en el Financial Times tal vez cambiabas de opinión.
Como colofón, una pléyade de internautas han dado su apoyo a Rajoy, en Twitter bajo el hashtag #ApoyoaRajoy, con un curioso sentido de la autocrítica (puesto que apoyan a un tipo que no ha aportado ninguna idea nueva y se limita a repetir consignas caducas), destacando los eslóganes que se dibujan en las respuestas y timelines de los cachorros de NNGG, que creen así estar «remando en la misma dirección que el gobierno», como dice Rajoy en otra de sus famosas coletillas.
Remar en esa misma dirección implica dejarnos a los demás como enemigos, puesto que si no vas hacia esa dirección, sea cual sea, te quedas en mitad del río, viendo como se aleja la barca. Dejas de ser un español de bien, eres una carga, eres un parado, eres un funcionario, eres un indignado. Rajoy sabe muy bien lo que dice, aunque lo balbucee: quiere que todos los españoles estén en esa barca, remando juntos hacia la salida de la crisis; es decir, Rajoy solo va a gobernar para aquellos que obedezcan, acaten, simulen y finjan. El resto nos quedaremos en una apartada orilla.
Dentro de varios días vamos a asistir a la última claudicación del gobierno, que nos volverá aún más pobres. Seguiremos pagando una deuda que no para de crecer. Seguiremos escuchando las consignas y eslóganes que repetirán como loros los voceros del PP. Asistiremos a la farsa de oposición que practicará el PSOE. Comprobaremos que IU sigue siendo una curiosidad exótica y que robar supermercados no es hacer política, sino dar argumentos al contrario para criminalizar la crítica al gobierno. Veremos como crece la intolerancia, el racismo, la xenofobia más abyecta; tal vez nos pongan algún suicidio por televisión del último empresario arruinado, o nos inciten a abandonar el país para buscarnos la vida en la Alemania de Merkel.
Mientras tanto, Rajoy seguirá pensando que está haciendo lo correcto, y que está contento con el resultado, que no es otro que tener el sueldo asegurado durante tres años. Apoyo, por tanto, a Rajoy: él solo ha hecho lo que cualquier otro español hace: mentir en su currículum para acceder a un puesto mejor y medrar en él el máximo tiempo posible. Rajoy representa al español gris y reaccionario que todos llevamos dentro, al que le gusta el fútbol, los toros, fumar buenos puros y el vino. ¡Viva el vino! Por eso conecta con su público, porque entenderle es fácil, aunque balbucee y haga cosas raras con los ojos, porque sus explicaciones son simples, como si estuviera hablando a la clase de los Ratoncitos de párvulos: no se gasta lo que no se tiene, todos debemos estar unidos, tenemos que ser prudentes… ¡Rajoy deja a Séneca y sus tratados morales a la altura del betún! Con su mentalidad de vieja aldeana gallega nos está conduciendo, a la vista está y remando todos, hacia el final de ese río imaginario donde una barca de buenos españoles está a punto de caer por una catarata donde no se va a salvar ni Dios. Bueno, tal vez sí se salve alguien: el propio Rajoy y sus camaradas habituales.