Nada hay que temer

Dice Zygmunt Bauman en su «Modernidad líquida» que el individualismo y la precariedad son las actuales características de nuestra sociedad. Mirando un poco a nuestro alrededor y contemplando el devenir de los acontecimientos, parece que el viejo pensador tiene más razón que un santo. El sistema capitalista quiere que no estés seguro, que te muevas, que seas líquido, porque «los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen».
Con una precisión en el tiempo asombrosa, Naomi Klein pone nombres propios a las afirmaciones de Bauman gracias a su libro «La doctrina del shock», donde nos dice que los grandes desastres económicos del presente están siendo usados para invertir el progreso social mediante reformas impopulares. Esto se está viendo desde hace algunos años, aunque ahora parece que han apretado el acelerador: la precariedad laboral es la norma, la subida del coste de la vida es el castigo, el recorte de servicios públicos es el precio. Todo en aras de no perder la calidad de vida, según la clase política, económica y la muy preocupante clase periodística.
Si el cuarto poder hiciera su trabajo, podríamos saber a qué nos enfrentamos, pero el cuarto poder (periódicos, televisiones, radios, etc.) está en manos de los agentes económicos. Si estos dejan de publicitarse en los medios de comunicación, estos desaparecen, para lo cual se plegan a los designios de aquellos por los que existen, que ya no son los lectores o espectadores, sino los anunciantes. Pocas noticias críticas verás contra El Corte Inglés, Banco Santander o La Caixa; aunque sean muy noticiables ellos: precariedad laboral y amenazas a empleados en el primero, engaños masivos a pequeños inversores y prejubilaciones de directivos insultantes en los segundos. Hay motivos para la movilización social, pero esta no aparece excepto en pequeñas dosis anecdóticas a las cuales respetamos pero no nos sumamos, como el movimiento 15M.
Las razones al inmovilismo caben buscarlas en las explicaciones de Bauman y Klein: la individualidad, la precariedad, el miedo. Las tres forman un cóctel lo suficientemente paralizante como para que no nos sumemos a ninguna iniciativa social (individualidad), ni a rechazar un trabajo con condiciones abusivas (precariedad), ni a pelear contra la injusticia galopante (miedo). Se tiende a pensar que, después de todo, no estamos tan mal si nos comparamos con otras épocas u otras sociedades. Estamos asistiendo a la claudicación voluntaria de las libertades pensando que con ello podremos vivir mejor, pero no es difícil comprobar que sin libertades se tiende a vivir peor. La razón de todos los males parece ser la ausencia de crédito, el motor del sistema capitalista, ya que sin él nada funciona, nada puede hacerse y nadie asegura nada. 
Uno de los pocos reductos que todavía gozan de una libertad asombrosa son las redes sociales, con Twitter y Facebook a la cabeza, gracias a los cuales se está generando una inteligencia global capaz de darse cuenta de todos estos cambios, pero incapaz de hacer algo para oponerse a ellos. Tan solo sociedades con lazos familiares más fuertes (esto es, menos individualistas) como las árabes han podido usar eficazmente las redes sociales para cambiar su realidad. La pregunta es ¿qué nos queda esperar a los que sabemos que esto no puede ocurrir en nuestras sociedades capitalistas? ¿Dónde pondrán el límite los agentes económicos? ¿Hasta qué punto nos harán retroceder en el tiempo? En mi opinión, hasta el punto de poder seguir comprando bienes y servicios (somos útiles porque somos consumidores), pero con muchas limitaciones al acceso a lujos, a la prensa libre y a la seguridad social.

3 respuestas a «Nada hay que temer»

  1. Nada es nuevo de esta época: precariedad, miedo, inseguridad…, aunque los breves logros de las décadas inmediatamente anteriores a esta nos lo hagan parecer así


  2. Yo creo que sí hay algo nuevo, lo que apunta Bauman: que somos líquidos. Yo creo que es una novedad sustancial respecto a los métodos de dominación de otras épocas (el miedo y la precariedad no es nuevo, efectivamente). Pero como ahora somos una sociedad más o menos informada, como ya no se nos puede dominar por la fe, se nos somete por el conocimiento: sabes que las cosas están mal, sabes que has sido partícipe, sabes que la única salida es la dictada por el dinero… es esto es, entras al trapo, tu mismo te conviertes en represor para no perder tus privilegios en este juego. Antes la gente obedecía o se revelaba guiados por una élite ilustrada, ahora todos somos élite ilustrada.


  3. Por el conocimiento no, por la información, que es algo previo, más básico y anterior por ende al conocimeinto y no digamos a la sabiduría (la aplicación del conocimiento a la propia vida);

    la metáfora del fluido de Bauman tampoco es nueva, desde Heráclito acá


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