«Sí, Mario, no merecemos tener un trabajo estable ni albergar muchas esperanzas en que los políticos van a solucionar nuestros problemas. ¡Ni tu eres un político ni has dejado nunca de cobrar de nosotros! Te pagan los ciudadanos, Monti, los mismos que extorsionas, que aleccionas, que desprecias desde tu cátedra de economista del shock. Ventajas de ser amigo del dinero, vergonzante adinerado, que te atreves a quitarnos el trabajo fijo –y con ello nuestro sustento– porque encuentras más hermoso el cambio. ¿El cambio para qué? ¿El cambio hacia dónde? ¿A la miseria? ¿A la delincuencia?
Como diría un viejo italiano mejor que tú –no es difícil encontrar a alguien mejor que tú en Italia, Mario– y que de resucitar ahora abominaría de ti y de tu gobierno: «Cui prodest?» «¿A quién beneficia?» Esta simple pregunta, pronunciada por Lucio Casio Ravilla y popularizada por Cicerón, es la que él mismo te haría en el foro, tal vez antes de lanzarte a los leones. Pero eres muy bueno en tu trabajo, Mario, incluso a los tuyos haces llorar con tu doctrina, como hizo tu ministra de trabajo, Elsa Fornero, tras aprobar tus ajustes. Lágrimas de cocodrilo, sí, pero da una idea de la devastación que provocas. Eres un ser amoral, Mario Monti, permíteme que te ilustre lo que eres, lo que significa tu existencia y tu utilidad en este momento, tal vez nadie te lo haya dicho porque se haya quedado sin trabajo y esté –disfrutando– del desasosiego de encontrar otro empleo; esa hermosa sensación que dices que los jóvenes tenemos que experimentar. Valiente sinvergüenza.
Representas, Mario, a la escoria económica, política y social de tu tiempo, del tiempo que nos ha tocado vivir. A nosotros nos ha tocado sufrirte, a ti y a los de tu calaña; os ha tocado destruir todo lo que tan pacientemente se ha construido. Para vuestra vergüenza todo este tiempo quedará grabado en las crónicas de la infamia, vuestro epitafio servirá como recordatorio permanente de hasta qué niveles de indecencia pueden albergar los parásitos económicos a los que protegéis. Vuestra vida nos cuesta vidas, vuestro trabajo nos cuesta trabajos, vuestra alegría nos cuesta alegrías. Ya os llegará el momento de llorar, tal como lo hacemos ahora los demás, y suplicar nuestro perdón. La historia os juzgará severamente, por plantar las bases de la podredumbre, la precariedad y la servidumbre bancaria a la que nos habéis sumido en esta esclavitud económica, que parece llevarnos, sin remedio, a una segunda edad media donde la religión cristiana se ha visto sustituida por el Dios Dinero. Eres un buen profeta de esta nueva religión; tu fe nos muestra el camino, tu palabra nos da la fuerza. Ya verás en qué la empleamos.»
Hermoso, Mario Monti
No hace muchos días Mario Monti, primer ministro –no electo– de la República Italiana, dijo: “Digamos la verdad: ¡qué aburrido es tener un puesto de trabajo fijo toda la vida! Es más hermoso cambiar”
Sabe de lo que habla, Monti trabajó en muchos lugares ocupando distintos cargos a lo largo de su trayectoria: Bruegel, Goldman Sachs y Coca-cola, entre otros; antes de que el dedo francoalemán lo señalara como futuro líder de Italia, sucediendo al despojo moral de su antecesor, Silvio Berlusconi que, por cierto, no está en prisión cumpliendo condena por haber llevado a su país a la bancarrota, ni por su prostíbulo encubierto de velinas televisivas, ni por sus métodos mafiosos y sucios. Muy al contrario, está ahora mismo en su mansión disfrutando de los encantos de la última de sus conquistas, la actriz Aurora Cossio.
Pero no nos desviemos del tema: Super Mario, que así se le llamaba cuando tomó el poder italiano, es un economista puesto a dedo al cargo de un país a mayor gloria de la banca, los mercados y las agencias de rating. Representa el triunfo del neoconservadurismo ultraliberalista, que está dispuesto a no dejar títere con cabeza, desmantelando todos los derechos y libertades ganados a pulso tras la segunda guerra mundial. Este halcón de Goldman Sachs es el que debe poner coto a la elevadísima deuda del país transalpino, el equivalente al 120% de su PIB. ¿Qué mejor para ello que atemorizar a los jóvenes con la precariedad de por vida? ¡Qué apropiado sumirles en la desesperanza y proclamar así, sin perder la sonrisa, que jamás van a poder comprar una casa y formar una familia!
He aquí mi carta pública para el señor Mario Monti y su gobierno de tecnócratas, que hago extensible a todos los que han participado para ponerlo al frente de un país, sin elecciones, aprovechando que el presidente anterior era un fantoche:
3 respuestas a «Hermoso, Mario Monti»
Estas personas aupadas al poder desde chiquitos viven tan lejos del resto de la gente que ni siquiera esa declaración demuestra maldad, sino sólo ignorancia, aún más peligrosa
Tal vez sea un megamix entre ignorancia, maldad y soberbia. Lo más indignante es que ni siquiera son frases cazadas al vuelo en una conversación con sus pares, ni pequeños deslices ante la prensa, nada de eso. Son sentencias meditadas y conscientes, dichas para ser escuchadas y tenidas muy en cuenta por parte de la ciudadanía. No se esconden, alzan el pico amenazante como pavos reales en celo.
Es un signo de estos nuevos terribles tiempos: la derecha financiera -la única que importa- está tan crecida y victoriosa que hace estas declaraciones públicas sabiéndose impunes, y así los Monti, y así los Botín recomendando bajar los sueldos y aumentar las facilidades de despido de los empleados modestos, etc.